viernes, 8 de enero de 2016

La Naturaleza y Misión de la Iglesia

¿Hasta dónde llega el compromiso de un cristiano con su Iglesia Local en cuanto a participación, asistencia, ministerio, etc..? ¿Estás comprometido con una Iglesia Local? ¿Estas consciente de tu responsabilidad misionera?
Una definición que expresa la naturaleza y misión de la iglesia es la siguiente: La iglesia es la comunidad de redimidos que, sujetos al señorío de Cristo y dinamizados por el Espíritu Santo, están comprometidos en la restauración integral del hombre perdido.
Es necesario explicar cada uno de los elementos que componen este concepto.
COMUNIDAD DE REDIMIDOS: Etimológicamente la palabra iglesia enfatiza la idea de comunidad.1  El término comunidad indica un grupo de personas que están unidas por un mismo interés, propósito o circunstancia. Algo significativo tiene que unir a sus miembros para que pueda hablarse de comunidad. En el caso de la iglesia, nos une el acto divino de la redención. Todos los que conforman la iglesia de Jesucristo han sido redimidos por Él.2  
La redención es la puerta común por donde deben entrar los que forman parte de la iglesia. Una vez adentro, experimentan juntos todas las implicaciones de esa redención.  Celebran juntos y con júbilo la redención cuando testifican de la transformación espiritual que en ellos ha ocurrido por medio del bautismo y cuando, en memoria de Cristo, comparten el pan y el vino (Hechos 2:42); juntos aprenden las enseñanzas básicas de la fe (Hechos 2:42; 1 Corintios 6:1-11; Gálatas 6:1); se someten en unanimidad a las autoridades locales de su iglesia (1 Tesalonicenses 5:12-13; Hebreos 13:17); en una palabra han formado un pueblo con una cultura particular:  la cultura de los redimidos.
No es extraño, entonces, que los miembros de esta comunidad tengan un vocabulario común (desconocido para los que no forman parte de la comunidad), experiencias sólo valoradas por ellos, un día especial para celebrar todos juntos, un libro excepcional sobre el cual se fundamenta y nutre su fe, y costumbres que sólo ellos practican.  Cada miembro de esa cultura o pueblo se siente plenamente identificado con toda esa forma de vida.  No se avergüence de ella, no le importa que otros se oponga o se burlen de él; al contrario  se siente satisfecho de pertenecer a esta comunidad especial y está dispuesto, si es posible, a dar su vida por ellos, sus hermanos.  Cuando un creyente se integra a una comunidad cristiana local siente que esa es su núcleo familiar espiritualmente hablando. El creyente siente la necesidad también de participar de todas las actividades que se organicen dentro de esa comunidad, pues el fortalecimiento de las relaciones fraternales toma lugar especialmente en muchas de esas actividades. Igualmente siente la necesidad de contribuir económicamente al desarrollo ministerial de su comunidad cristiana. La iglesia, para el desarrollo de todos sus proyectos, sólo puede contar con la generosidad de sus miembros expresada a través de las ofrendas que no son otra cosa sino una evidencia de amor sacrificial donde cada miembro decide voluntariamente decirle a Dios: Todo lo que tengo viene de ti, sólo puedo agradecerte lo que has hecho por mí  a  través de esta humilde ofrenda que beneficiará lo que mis hermanos y yo haremos para que tu obra crezca (1 Crónicas 29:11-14). 
¿Puede un creyente que siente tal amor por su comunidad irse de ella cuando tenga el primer conflicto?  Tampoco cambiará de ciudad simplemente porque le ofrecen un mejor sueldo en otro lado.  Él piensa primero en su familia espiritual a la cual pertenece y se resistirá a abandonarlos simplemente para mejorar su sueldo.  Esto es fidelidad al núcleo familiar.
Esta fidelidad es resultado de la gratitud que siente porque Cristo le ha redimido y colocado en dicha comunidad.  Ya no se pertenece a la otra cultura (la cultura de los condenados o perdidos).  El haber pasado de una esfera a otra (de las tinieblas a la luz) es la experiencia vital e inicial de todo miembro de la nueva comunidad (Juan 1:12; 1 Corintios 12:13; 1 Pedro 2:9-10).  A partir de este momento comenzará uno de los grandes conflictos en la vida del recién convertido: la permanente lucha entre la presión ejercida desde su antigua forma de vida (el mundo) y los nuevos principios y valores que ahora le exige practicar Dios como miembro de la nueva comunidad a la que ahora pertenece (1Pedro 4:4). El mundo y la iglesia son definitivamente dos comunidades opuestas y enfrentadas que luchan por conquistarse mutuamente. Representan la misma lucha entre la luz y las tinieblas, la santidad y el pecado, Dios y Satanás.  No se puede ser miembro de alguna de estas dos esferas y vivir como si se perteneciera a la otra (Santiago 4:4); el Señor de la comunidad no lo toleraría (Lucas 16:13).
SUJETOS AL SEÑORÍO DE CRISTO: Cada miembro de la iglesia ha decidido voluntariamente someterse al señorío supremo de Cristo en el momento en que lo recibió (no lo aceptó sólo como Salvador sino también como Señor). El significado real del término Señor se ha perdido en el tiempo.3  La palabra ha llegado a ser un simple tratamiento formal para la  mayoría de nosotros. Desconocemos el contexto histórico que le dio sentido al término en los labios de los primeros cristianos gentiles.  Para ellos decir que sólo Cristo era El Señor implicaba asumir una actitud subversiva (algo así como repartir panfletos invitando al pueblo a no obedecer al presidente). Los emperadores de aquella época pretendían ser dioses con poder ilimitado y merecedores de adoración por parte de sus súbditos (esto se conocía como "el culto al emperador").  Justamente la palabra que escogieron para identificar su naturaleza divina fue SEÑOR.  Exigían que todos los súbditos declararan: "Cesar es Señor" con una actitud de reverencia.  Esto llevó al apóstol Pablo a decir: Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores) para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él (1 Corintios 8:5-6).  Los historiadores señalan que cuando los cristianos se negaban a rendir los honores exigidos por los emperadores sufrían indecibles castigos y algunos eran ajusticiados por su insolencia.  El argumento de los cristianos era precisamente el citado por Pablo:  sólo hay un Señor:  Jesucristo.  De allí que la expresión confesar a Cristo como Señor era una declaración pública donde se jugaba uno literalmente la vida (Romanos 10:9; 1 Corintios 1:2).  Pero aquellos cristianos habían entendido que su vida pertenecía a Cristo y perderla por Él era ganarla (Mateo 10:39).
La autoridad de Jesús en la vida de los primeros creyentes era evidente.  Su autoridad era la base para la toma de decisiones eclesiásticas (1Corintios 5:4).  Sus palabras eran citadas como base para determinar normas de conducta (1Corintios 7:10).  La experiencia de haber estado con Él, haber oído sus palabras, y entendido su mensaje, autorizaba a los apóstoles a establecer las directrices en la comunidad cristiana (1 Juan 1:1-4).  No había dudas de que Cristo era el dueño absoluto de la vida de cada creyente y de la comunidad en general.  ¿Esa misma autoridad ejerce Cristo en nuestras vidas?  ¿La iglesia se conduce siguiendo en forma absoluta y obediente los preceptos de Cristo?  ¿Es la palabra de Cristo la que determina las acciones a tomar?  La respuesta honesta a estas preguntas evidenciará hasta dónde el señorío de Cristo es una realidad entre nosotros.  Si somos la comunidad del Rey, debemos tomar decisiones basadas  en los preceptos del Rey.
DINAMIZADOS POR EL ESPÍRITU SANTO: El Espíritu Santo es la persona dinamizadora de la vida eclesiástica.  Algunos han sostenido que el libro de Lucas que relata los primeros años de la existencia de la iglesia debería llamarse "Los Hechos del Espíritu Santo" por cuanto allí se relata cómo la acción del Espíritu movía a la iglesia en su trabajo misionero y formativo (Hechos 4:8; 9:31; 10:44; 13:2; 16:6).  En este sentido se puede decir que la iglesia es neumática y carismática.  Con el primer término se quiere señalar  que la comunidad cristiana se nutre de una fuente espiritual, subjetiva pero no por eso menos real.4  El segundo término nos recuerda que la acción o trabajo de los miembros de la comunidad está fundamentado en los dones espirituales o carismas que reparte el Espíritu.  Cada uno debe trabajar en la iglesia pero debe hacerlo según el don o capacidad que le haya dado el Espíritu (Efesios 4:7; 1 Pedro 4:10).
COMPROMETIDOS A RESTAURAR INTEGRALMENTE AL HOMBRE PERDIDO: He aquí la misión de la iglesia: buscar al hombre perdido y restaurarle de nuevo a la relación con Dios (la comunión perdida por causa del pecado).  Debe destacarse que el concepto de hombre perdido indica el estado de aquellos que no conocen a Dios (Efesios 2:1-3). Perdidos porque, como lo señalan las parábolas de Lucas 15 (la moneda perdida, la oveja perdida y el hijo perdido), el hombre ha roto por su propia iniciativa la relación con Dios y ha decidido vivir a su manera, lejos de su Padre.  Ha preferido las algarrobas que las ricas comidas que podía saborear en su propia casa.  Ha perdido la relación con Dios y se ha perdido en los oscuros parajes del pecado.  Lo dramático de este cuadro es que el hombre no sabe que está perdido, tiene su entendimiento embriagado de placer y oscuridad (Efesios 4:17-19).  Es aquí donde la iglesia entra en la escena de la miseria humana y como faro esperanzador ilumina con el mensaje del evangelio la oscura vida del hombre perdido (Corintios 4:1-6; 5:20).  Son ciertas las palabras de aquel precioso himno: Mantened el faro ardiendo, arrojad su luz al mar.  Que si hay marineros pereciendo, los podrás así salvar.  Es vital para la comunidad de redimidos reconocer esta misión iluminadora.  A menos que el mensaje del evangelio llegue a estos perdidos no tendrán ninguna oportunidad ni posibilidad de salvación (Romanos 10:9-15).  Es la comunidad de los que poseen la luz del evangelio los únicos que pueden iluminar a través de su vida y la comunicación oral del mensaje redentor a los que están enceguecidos y perdidos.  La conciencia de esta misión es lo que diferencia una iglesia con espíritu misionero de otra que está muy contenta y entretenida con múltiples programas que causan alegría a sus miembros pero ningún resultado para el reino de los cielos.
¿Para qué se pretende alcanzar al hombre perdido con el mensaje del evangelio?  Para hacerle un ciudadano útil del reino de los cielos.  No se puede decir que la misión de la iglesia es sólo hablar del evangelio a los hombres.  Después que alguien decide salir de ese mundo de tinieblas, la comunidad de redimidos debe formar en este nuevo hermano el carácter de Jesucristo, educarle y orientarle hasta hacerle un creyente maduro que produzca fruto y que integralmente (cuerpo, alma y espíritu) sea útil para Dios y la sociedad donde está (Efesios 4:12-13; Colosenses 1:28). Es aquí donde la iglesia debe contar con áreas ministeriales que le permitan cumplir con esta parte de la misión. Básicamente se pueden señalar cuatro áreas donde la iglesia cumple su misión: EVANGELIZACIÓN, EDIFICACIÓN, ADORACIÓN y SERVICIO.  A través de estas cuatro áreas, la iglesia cumple su tarea de restaurar integralmente al hombre.
 Evangelización:
 Alcanzar al hombre perdido con el mensaje oral y vivencial del evangelio.
Edificación:
 Formar en el creyente la imagen de Cristo.
Adoración:
 Guiar al creyente a una vida de continua adoración.
Servicio:
 Guiar al creyente a la práctica del servicio como  resultado de la gratitud a Dios.
Estas áreas aquí presentadas son los componentes de la iglesia como un organismo, como es en su esencia. Por supuesto que este organismo debe organizarse para poder cumplir con toda esta tarea. Cuando se organiza surgen las diferentes estructuras que conocemos dentro de la iglesia: comités, sociedades, departamentos, organigramas, estatutos, horario de actividades, etc. Lo importante es que nunca perdamos de vista que la organización o estructura sirve al organismo y nunca a revés.  Toda estructura en la iglesia debe ayudarla a cumplir su propósito o misión; de no ser así debe desaparecer tal estructura.  Debe recordarse siempre que el hombre perdido y su necesidad de ser restaurado es la razón de ser de la iglesia sobre la tierra.
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El término griego EKKLESIA significa básicamente una reunión o asamblea de individuos.
El término redención expresa en forma dramática la acción salvadora de Dios a través de Cristo (Cristo pagó el precio por nuestros pecados muriendo en la cruz).  Sin redención nadie puede pertenecer a la comunidad del pueblo de Dios.
3 El término Señor (en griego KURIOS) aplicado a Cristo tiene su antecedente en el concepto hebreo de ADONAI (mi señor), término con el cual se reconocía la soberanía de Jehová sobre toda la tierra (Salmo 24:1).  Jesús mismo demuestra que Él es Señor  y por lo tanto poseedor de la misma autoridad que se le atribuía a Dios en el Antiguo Testamento (vea Mateo 22:43-45).
El término griego empleado en el Nuevo Testamento para espíritu es NEUMA; de allí que lo neumático es aquello que pertenece a la esfera del espíritu o lo espiritual (Romanos 1:11; 1 Corintios 2:13; Gálatas 6:1).

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