Una definición que expresa la naturaleza y misión de la iglesia es la siguiente: La iglesia es la comunidad de redimidos que, sujetos al señorío de Cristo y dinamizados por el Espíritu Santo, están comprometidos en la restauración integral del hombre perdido.
Es necesario explicar cada uno de los elementos que componen este concepto.
COMUNIDAD DE REDIMIDOS: Etimológicamente la palabra iglesia enfatiza la idea de comunidad.1 El término comunidad indica un grupo de personas que están unidas por un mismo interés, propósito o circunstancia. Algo significativo tiene que unir a sus miembros para que pueda hablarse de comunidad. En el caso de la iglesia, nos une el acto divino de la redención. Todos los que conforman la iglesia de Jesucristo han sido redimidos por Él.2
La redención
es la puerta común por donde deben entrar los que forman parte de la iglesia.
Una vez adentro, experimentan juntos todas las implicaciones de esa
redención. Celebran juntos y con júbilo
la redención cuando testifican de la transformación espiritual que en ellos ha
ocurrido por medio del bautismo y cuando, en memoria de Cristo, comparten el
pan y el vino (Hechos 2:42); juntos
aprenden las enseñanzas básicas de la fe (Hechos
2:42; 1 Corintios 6:1-11; Gálatas 6:1); se someten en unanimidad
a las autoridades locales de su iglesia (1
Tesalonicenses 5:12-13; Hebreos 13:17); en una palabra han formado un
pueblo con una cultura particular: la cultura de los redimidos.
No es
extraño, entonces, que los miembros de esta comunidad tengan un vocabulario
común (desconocido para los que no forman parte de la comunidad), experiencias
sólo valoradas por ellos, un día especial para celebrar todos juntos, un libro
excepcional sobre el cual se fundamenta y nutre su fe, y costumbres que sólo
ellos practican. Cada miembro de esa
cultura o pueblo se siente plenamente identificado con toda esa forma de
vida. No se avergüence de ella, no le
importa que otros se oponga o se burlen de él; al contrario se siente satisfecho de pertenecer a esta
comunidad especial y está dispuesto, si es posible, a dar su vida por ellos,
sus hermanos. Cuando un creyente se
integra a una comunidad cristiana local siente que esa es su núcleo familiar
espiritualmente hablando. El creyente siente la necesidad también de participar
de todas las actividades que se organicen dentro de esa comunidad, pues el
fortalecimiento de las relaciones fraternales toma lugar especialmente en
muchas de esas actividades. Igualmente siente la necesidad de contribuir
económicamente al desarrollo ministerial de su comunidad cristiana. La iglesia,
para el desarrollo de todos sus proyectos, sólo puede contar con la generosidad
de sus miembros expresada a través de las ofrendas que no son otra cosa sino
una evidencia de amor sacrificial donde cada miembro decide voluntariamente
decirle a Dios: Todo lo que tengo viene
de ti, sólo puedo agradecerte lo que has hecho por mí a
través de esta humilde ofrenda que beneficiará lo que mis hermanos y yo
haremos para que tu obra crezca (1
Crónicas 29:11-14).
¿Puede un
creyente que siente tal amor por su comunidad irse de ella cuando tenga el
primer conflicto? Tampoco cambiará de
ciudad simplemente porque le ofrecen un mejor sueldo en otro lado. Él piensa primero en su familia espiritual a
la cual pertenece y se resistirá a abandonarlos simplemente para mejorar su
sueldo. Esto es fidelidad al núcleo
familiar.
Esta
fidelidad es resultado de la gratitud que siente porque Cristo le ha redimido y
colocado en dicha comunidad. Ya no se
pertenece a la otra cultura (la cultura de los condenados o perdidos). El haber pasado de una esfera a otra (de las
tinieblas a la luz) es la experiencia vital e inicial de todo miembro de la
nueva comunidad (Juan 1:12; 1 Corintios 12:13; 1 Pedro 2:9-10). A partir de
este momento comenzará uno de los grandes conflictos en la vida del recién
convertido: la permanente lucha entre la presión ejercida desde su antigua
forma de vida (el mundo) y los nuevos principios y valores que ahora le exige
practicar Dios como miembro de la nueva comunidad a la que ahora pertenece (1Pedro 4:4). El mundo y la iglesia son
definitivamente dos comunidades opuestas y enfrentadas que luchan por
conquistarse mutuamente. Representan la misma lucha entre la luz y las
tinieblas, la santidad y el pecado, Dios y Satanás. No se puede ser miembro de alguna de estas dos
esferas y vivir como si se perteneciera a la otra (Santiago 4:4); el Señor de la comunidad no lo toleraría (Lucas 16:13).
SUJETOS AL SEÑORÍO DE CRISTO: Cada miembro
de la iglesia ha decidido voluntariamente someterse al señorío supremo de
Cristo en el momento en que lo recibió (no lo aceptó sólo como Salvador sino
también como Señor). El significado real del término Señor se ha perdido en
el tiempo.3 La palabra ha llegado a ser un simple
tratamiento formal para la mayoría de
nosotros. Desconocemos el contexto histórico que le dio sentido al término en
los labios de los primeros cristianos gentiles.
Para ellos decir que sólo Cristo era El Señor implicaba asumir una
actitud subversiva (algo así como repartir panfletos invitando al pueblo a no
obedecer al presidente). Los emperadores de aquella época pretendían ser dioses
con poder ilimitado y merecedores de adoración por parte de sus súbditos (esto
se conocía como "el culto al emperador"). Justamente la palabra que escogieron para
identificar su naturaleza divina fue SEÑOR.
Exigían que todos los súbditos declararan: "Cesar es Señor"
con una actitud de reverencia. Esto
llevó al apóstol Pablo a decir: Pues
aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como
hay muchos dioses y muchos señores) para nosotros, sin embargo, sólo hay un
Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y
un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por
medio de él (1 Corintios 8:5-6). Los historiadores señalan que cuando los
cristianos se negaban a rendir los honores exigidos por los emperadores sufrían
indecibles castigos y algunos eran ajusticiados por su insolencia. El argumento de los cristianos era
precisamente el citado por Pablo: sólo
hay un Señor: Jesucristo. De allí que la expresión confesar a Cristo como Señor era una declaración pública donde se
jugaba uno literalmente la vida (Romanos
10:9; 1 Corintios 1:2). Pero aquellos cristianos habían entendido que
su vida pertenecía a Cristo y perderla por Él era ganarla (Mateo 10:39).
La autoridad
de Jesús en la vida de los primeros creyentes era evidente. Su autoridad era la base para la toma de
decisiones eclesiásticas (1Corintios 5:4). Sus palabras eran citadas como base para determinar
normas de conducta (1Corintios 7:10). La experiencia de haber estado con Él, haber
oído sus palabras, y entendido su mensaje, autorizaba a los apóstoles a
establecer las directrices en la comunidad cristiana (1 Juan 1:1-4). No había
dudas de que Cristo era el dueño absoluto de la vida de cada creyente y de la
comunidad en general. ¿Esa
misma autoridad ejerce Cristo en nuestras vidas? ¿La iglesia se conduce siguiendo en forma
absoluta y obediente los preceptos de Cristo?
¿Es la palabra de Cristo la que determina las acciones a tomar? La respuesta honesta a estas preguntas
evidenciará hasta dónde el señorío de Cristo es una realidad entre
nosotros. Si somos la comunidad del Rey,
debemos tomar decisiones basadas en los
preceptos del Rey.
DINAMIZADOS POR EL ESPÍRITU SANTO: El Espíritu
Santo es la persona dinamizadora de la vida eclesiástica. Algunos han sostenido que el libro de Lucas
que relata los primeros años de la existencia de la iglesia debería llamarse "Los
Hechos del Espíritu Santo" por cuanto allí se relata cómo la
acción del Espíritu movía a la iglesia en su trabajo misionero y formativo (Hechos 4:8; 9:31; 10:44; 13:2; 16:6). En este sentido se puede decir que la iglesia
es neumática y carismática. Con el primer
término se quiere señalar que la
comunidad cristiana se nutre de una fuente espiritual, subjetiva pero no por
eso menos real.4 El segundo término nos recuerda que la acción
o trabajo de los miembros de la comunidad está fundamentado en los dones
espirituales o carismas que reparte el Espíritu. Cada uno debe trabajar en la iglesia pero
debe hacerlo según el don o capacidad que le haya dado el Espíritu (Efesios 4:7; 1 Pedro 4:10).
COMPROMETIDOS A RESTAURAR INTEGRALMENTE AL HOMBRE PERDIDO: He aquí la misión de la iglesia: buscar al hombre perdido y
restaurarle de nuevo a la relación con Dios (la comunión perdida por causa del
pecado). Debe destacarse que el concepto
de hombre perdido indica el estado de
aquellos que no conocen a Dios (Efesios
2:1-3). Perdidos porque, como lo señalan las parábolas de Lucas 15 (la moneda perdida, la oveja
perdida y el hijo perdido), el hombre ha roto por su propia iniciativa la
relación con Dios y ha decidido vivir a su manera, lejos de su Padre. Ha preferido las algarrobas que las ricas
comidas que podía saborear en su propia casa.
Ha perdido la relación con Dios y se ha perdido en los oscuros parajes
del pecado. Lo dramático de este cuadro
es que el hombre no sabe que está perdido, tiene su entendimiento embriagado de
placer y oscuridad (Efesios 4:17-19). Es aquí donde la iglesia entra en la escena
de la miseria humana y como faro esperanzador ilumina con el mensaje del
evangelio la oscura vida del hombre perdido (Corintios 4:1-6; 5:20). Son
ciertas las palabras de aquel precioso himno: Mantened el faro ardiendo, arrojad su luz al mar. Que si hay marineros pereciendo, los podrás
así salvar. Es vital para la
comunidad de redimidos reconocer esta misión iluminadora. A menos que el mensaje del evangelio llegue a
estos perdidos no tendrán ninguna oportunidad ni posibilidad de salvación (Romanos 10:9-15). Es la comunidad de los que poseen la luz del
evangelio los únicos que pueden iluminar a través de su vida y la comunicación
oral del mensaje redentor a los que están enceguecidos y perdidos. La conciencia de esta misión es lo que
diferencia una iglesia con espíritu misionero de otra que está muy contenta y
entretenida con múltiples programas que causan alegría a sus miembros pero
ningún resultado para el reino de los cielos.
¿Para qué se pretende alcanzar al hombre perdido con el mensaje del
evangelio? Para hacerle
un ciudadano útil del reino de los cielos.
No se puede decir que la misión de la iglesia es sólo hablar del
evangelio a los hombres. Después que
alguien decide salir de ese mundo de tinieblas, la comunidad de redimidos debe
formar en este nuevo hermano el carácter de Jesucristo, educarle y orientarle
hasta hacerle un creyente maduro que produzca fruto y que integralmente
(cuerpo, alma y espíritu) sea útil para Dios y la sociedad donde está (Efesios 4:12-13; Colosenses 1:28). Es
aquí donde la iglesia debe contar con áreas ministeriales que le permitan
cumplir con esta parte de la misión. Básicamente se pueden señalar cuatro áreas
donde la iglesia cumple su misión: EVANGELIZACIÓN,
EDIFICACIÓN, ADORACIÓN y SERVICIO. A
través de estas cuatro áreas, la iglesia cumple su tarea de restaurar
integralmente al hombre.
Evangelización:
Alcanzar al
hombre perdido con el mensaje oral y vivencial del evangelio.
Edificación:
Formar en el creyente la imagen de Cristo.
Adoración:
Guiar al
creyente a una vida de continua adoración.
Servicio:
Guiar al
creyente a la práctica del servicio como
resultado de la gratitud a Dios.
Estas áreas aquí
presentadas son los componentes de la iglesia como un organismo, como es en su
esencia. Por supuesto que este organismo debe organizarse para poder cumplir
con toda esta tarea. Cuando se organiza surgen las diferentes estructuras que
conocemos dentro de la iglesia: comités, sociedades, departamentos,
organigramas, estatutos, horario de actividades, etc. Lo importante es que
nunca perdamos de vista que la organización o estructura sirve al organismo y
nunca a revés. Toda estructura en la
iglesia debe ayudarla a cumplir su propósito o misión; de no ser así debe
desaparecer tal estructura. Debe
recordarse siempre que el hombre perdido y su necesidad de ser restaurado es la
razón de ser de la iglesia sobre la tierra.
Bajar Estudio en PDF
1 El término
griego EKKLESIA significa básicamente una reunión o asamblea de individuos.
2 El término redención expresa en forma dramática la
acción salvadora de Dios a través de Cristo (Cristo pagó el precio por nuestros
pecados muriendo en la cruz). Sin
redención nadie puede pertenecer a la comunidad del pueblo de Dios.
3 El término Señor (en griego KURIOS) aplicado a
Cristo tiene su antecedente en el concepto hebreo de ADONAI (mi señor), término
con el cual se reconocía la soberanía de Jehová sobre toda la tierra (Salmo
24:1). Jesús mismo demuestra que Él es
Señor y por lo tanto poseedor de la
misma autoridad que se le atribuía a Dios en el Antiguo Testamento (vea Mateo
22:43-45).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por su participación en esta página