Cuando una persona acepta a Cristo como Señor debe iniciar una
vida de obediencia absoluta a Él. En
este sentido se puede decir que la obediencia caracteriza al creyente que
realmente se ha puesto bajo el señorío de Cristo. No hay otra manera de evidenciar este señorío
ni otra forma de mostrar cuánto amamos a Dios.
LA OBEDIENCIA DEBE CARACTERIZAR AL
CRISTIANO.
1. Debemos obedecer a Dios. La
obediencia puede ser definida como el cumplimiento de lo que alguien ha
establecido. Cuando una persona obedece
a otra, está reconociendo, en cierta manera, la autoridad que el otro tiene así
como el respeto que merece.
Dios merece ser obedecido por nosotros debido a que:
Él creó nuestras vidas (Salmo 100:3).
Él nos salvó a través de Cristo (Romanos 5:8).
Él es soberano por encima de toda la creación (Hechos 4:24).
Dios ha dado a Jesús todo este poder y señorío de manera que le ha
constituido Señor por encima de todas las cosas (Filipenses 2:9-11). Así que cuando Ud. decidió aceptar a Cristo
como Salvador y Señor de su vida, estaba decidiendo obedecerle en forma
absoluta para siempre. Es aquí donde
debemos reflexionar en torno a la obediencia que estamos tributando a Jesús
como Señor de nuestras vidas.
Podemos señalar algunas exigencias de Dios que debemos tomar en cuenta
para fortalecer nuestra vida de obediencia a Él:
Leer su Palabra. Dios demanda de nosotros que leamos y
estudiemos cuidadosamente la Biblia, que es su voluntad expresa para nosotros
(1o Pedro 2:2).[1] Si queremos obedecer al Señor lo más natural
es que sepamos qué es lo que Él quiere que hagamos, y esto se encuentra
precisamente revelado en su Palabra. De
allí que su lectura constante debe ser el anhelo de cada cristiano (Salmo
119:40).
Orar en forma permanente. La oración juntamente con la lectura y
estudio de la Palabra de Dios
se constituyen en el alimento diario del cristiano. El Señor nos pide que oremos en forma
constante (1Tesalonicenses 5:17). Cada
cristiano debe apartar un tiempo especial del día en el cual pueda tener un
momento de especial comunión con el Señor.
De esto depende nuestra fortaleza en medio de las dificultades que
puedan llegar a nuestra vida (Hebreos 4:16).
Reunirnos con otros
cristianos. Otra forma a través de
la cual podemos crecer como cristianos es la comunión con los hermanos. Dios pide a los creyentes que no dejen de
reunirse por ningún motivo
(Hebreos 10:25). Cristo ha prometido
respaldar con su presencia a los creyentes que se reúnen en su nombre (Mateo
18:20). En la reunión de los creyentes
se manifiesta el Señor a través de los testimonios, alabanzas, enseñanzas de la
Biblia, oraciones y otras muchas formas.
El creyente no debe dejar de reunirse bajo ningún pretexto.
Resistir el pecado. Satanás está atento para hacernos caer en
trampas cuidadosamente
diseñadas para nuestra ruina espiritual.
La Biblia lo compara con un león al acecho, dispuesto a devorar al
creyente que se descuide (1Pedro 5:8-9).
Pero también se nos exhorta a resistirle. Esta resistencia se entiende como el esfuerzo
de parte del creyente para no hacer las cosas que ofenden a Dios. Es resistir al pecado en todas sus formas, es
decir, el desarrollo de una vida en santidad (1Pedro 2:11).
2. Debemos obedecer a los padres.
Dios también nos manda a obedecer a nuestros padres como parte de
nuestro testimonio cristiano (Efesios 6:1-3).
En ocasiones, el hijo considera que los padres no tienen la razón en sus
planteamientos, pero el deber es obedecer lo que nos señalan por respeto a
ellos y a Dios. Esta obediencia no
quedará sin recompensa de parte de Dios.
3. Debemos obedecer a las autoridades civiles. No sólo estamos llamados a obedecer a Dios y
los padres, sino también a las autoridades civiles (Romanos 13:1). El creyente debe dar buen testimonio como
ciudadano que cuida correctamente sus deberes para con las leyes y autoridades
de su ciudad, estado o país. También los
creyentes están llamados a orar por sus gobernantes para que Dios les ayude a
desarrollar bien esta tarea tan difícil (1Timoteo 2:1-2).
Tal vez, para algunos, sólo deben ser obedecidos aquellas autoridades
civiles que desarrollen un buen trabajo.
Pero la Biblia no hace tal distinción en relación a la sujeción ante las
autoridades. Debemos sujetarnos a ellos
no importa cómo estén desarrollando su trabajo.
4. Debemos obedecer a las autoridades eclesiásticas. Finalmente debe destacarse que el cristiano
debe también obedecer y respetar a las autoridades eclesiásticas que Dios ha
puesto en la iglesia (Hebreos 13:17). Estas autoridades son nombradas por la iglesia en la confianza que el
mismo Señor ha designado a estos ministros o líderes para que conduzcan a la
iglesia al cumplimiento de su misión.
FRUTOS DE LA OBEDIENCIA
1. Liberación del pecado.
Cuando un creyente ha decidido obedecer los designios de Dios, comienza
a experimentar cambios notables en su vida que le conducirán cada vez más a la
madurez y fortaleza espiritual.
Tal vez el primer resultado de la obediencia la experimentó el
creyente cuando acepto el mensaje del evangelio y obedecer el llamado
de Dios a dejar su antigua vida de pecado.
La Biblia presenta esta obediencia como una liberación del lazo del
pecado (Romanos 6:17-18). Eramos
esclavos, sin saberlo, del pecado, pues obedecíamos todo lo que nuestras
pasiones y deseos insanos nos pedían.
Pero una vez que conocemos a Cristo y su mensaje liberador, decidimos
renunciar a aquella antigua vida y obedecer los preceptos de Dios. Esto lo llama la Biblia libertad del pecado.
2. Santidad. La obediencia a
Dios trae también como resultado la santidad (Romanos 6:22). La tendencia del corazón del hombre es hacer
lo malo, lo que desagrada a Dios. Esa
misma tentación la tiene una persona después de conocer a Cristo y aceptarle
como Salvador. Pero esta lucha que se
presenta puede ser superada cuando nos decidimos a hacer lo que Dios
quiere. La voluntad de Dios es librarnos
de conductas erradas que aunque parezcan placenteras o beneficiosas su fin es
destructivo para nuestra salud espiritual (Proverbios 14:12). Él quiere nuestra santificación. Nos toca a nosotros obedecerle para que así
sea.
3. Buen testimonio. Otro resultado de la obediencia es el buen
testimonio. Cuando un creyente obedece a
Dios esto produce un impacto en aquellos que le rodean. De inmediato se dan cuenta que aquella
persona tiene otros principios de vida y que esta diferencia consiste en que es
obediente a Dios. Así pasó con los
cristianos de Roma (Romanos 16:19), Tesalónica (1Tesalonicenses 1:8-10) y otras
comunidades cristianas.
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[1]
En este versículo se usa un lenguaje figurado que presenta al creyente como un niño recién nacido y la Palabra de
Dios como leche espiritual (el
nutrimento fundamental de los niños recién nacidos). Con esta figura el apóstol Pedro nos advierte
acerca de la necesidad de alimentarnos constantemente de la Palabra de Dios
para poder crecer en nuestra vida cristiana.