La oración es una de las armas más poderosas con las que cuenta el
creyente en su fortalecimiento espiritual, como lo dijo un pensador cristiano
llamado Lacordaire: La oración es el acto omnipotente que pone las fuerzas del cielo a
disposición de los hombres. Todo creyente debe cultivar una vida de
oración profunda que sin duda le mantendrá completamente unido a la voluntad de
Dios. Al mismo tiempo es necesario reconocer que nuestras oraciones en
ocasiones presentan algunas deficiencias.
Los mismos discípulos le pidieron a Jesús que les enseñara a orar (Lucas
11:1).
A través de este breve estudio aprenderemos acerca de la definición,
importancia y características fundamentales de la oración. Esto nos permitirá desarrollar una vida de
oración más apegada a los criterios bíblicos.
1. DEFINICIÓN DE LA ORACIÓN
1.1. Conceptos errados acerca de la oración.
1.1.1 Un rezo o repetición fija. Uno de los conceptos más popularizados acerca
del significado de la oración es la de un rezo o repetición fija. Según este criterio, la oración es la
repetición de una plegaria cuyo contenido debe declararse exactamente igual
todas las veces que se quiere pronunciar. Un ejemplo de este tipo de oración eran las utilizadas por los rabinos
judíos en las sinagogas (se empleaba una plegaria específica para cada fiesta o
circunstancia especial).[1] Actualmente pueden mencionarse los rezos que
algunas religiones como la católica-romana usan en sus diversos cultos (El Ave
María, Credo Apostólico, la señal de la Santa Cruz, ruego por los difuntos,
etc.).
La
Biblia enseña que la oración debe ser espontanea y vinculada a la circunstancia
que vive el cristiano (basta con simplemente examinar todas las oraciones que
aparecen en la Biblia para darnos cuenta que ninguna es igual a otra, todas son
diferentes y reflejan la personalidad del orador (persona quien ora) y las
circunstancias propias por las que estaba atravesando (Génesis 24:12-14; 1o
Samuel 1:11; Nehemías 9:5-37; Salmo 51).
1.1.2 Un clamor sólo cuando hay
crisis. Para algunos la oración es
un s.o.s. (llamada de auxilio) que se lanza a Dios cada vez que hay
problemas. Para estas personas, la
oración es más o menos parecido a esos letreros de seguridad que colocan en
ciertos lugares donde puede leerse "ROMPA SOLO EN CASO DE EMERGENCIAS". No es que no se debe orar cuando hay
problemas; el error consiste en buscar la dirección de Dios sólo en tiempo de
crisis. Es necesario buscar el rostro de
Dios en todo tiempo, en la alegría y la tristeza, el éxito y la derrota, la
escasez y la abundancia, en todo tiempo debemos fortalecer nuestro diálogo con
el Señor.
1.1.3 Buscar el visto bueno de
Dios. Para otros la oración se
asemeja a un papel que le presentamos a Dios para que él ponga su sello de
APROBADO. Buscamos el rostro de Dios
después de tomar decisiones y ejecutar los planes. Al rato nos damos cuenta que algo se nos
olvidó y enseguida oramos diciéndole a Dios:
"Estos planes los he pensado bien por lo tanto creo que son
correctos; te los presento para que le des tu visto bueno". Posteriormente damos testimonio
diciendo: "Estoy en la voluntad de
Dios porque he orado por este asunto".
La Biblia establece claramente en Santiago 4:13-16,
que actuar sin haber buscado previamente la dirección de Dios es un acto de
soberbia o jactancia (Santiago 4:16). El
creyente no debe emplear la oración como una forma de pedir el visto bueno de
Dios sobre lo que está haciendo. Al
contrario, debe actuar porque está convencido de que tal acción es lo que Dios
quiere para él.
1.2. Es una relación vital con Dios.
Todas las definiciones anteriores acerca de la oración son
desvirtuadas. Es necesario definir desde
una perspectiva bíblica los principios que caracterizan esta importante actividad
espiritual.
Debe definirse la oración como una
relación vital con Dios. Esta
definición nos permite valorar la oración no como una opción que se puede tomar
o desechar, sino como una necesidad apremiante de la cual dependemos para vivir
espiritualmente. Así lo señaló un
creyente cuando dijo: La oración es como el respirar: si no respiras mueres; si no oras, mueres
espiritualmente.
1.2.1 Dios nos manda a orar. La oración es un mandato de Dios. Él ha establecido que nuestra oración debe
ser permanente (1o Tesalonicenses 5:17) y no sólo apartar un momento
fugaz del día para decir tres o cuatro palabras adornadas con un amén. Nuestra mente debe mantener contacto con Dios
durante todo el día. Esto no significa
que descuidaremos nuestras responsabilidades por concentrarnos en la
oración. Lo que significa es que en cualquier
circunstancia en la cual nos encontremos, siempre nuestra mente buscará antes
que ninguna otra cosa la presencia de Dios para alabarle, adorarle, preguntarle
algo, agradecerle, pedirle algo, interceder por alguien (1o Crónicas
16:11). Esto significa ORAR SIN CESAR.
1.2.2 Es una necesidad del
corazón. Es importante indicar que
la oración es una necesidad profunda del corazón. El salmista lo expresó diciendo: Mi alma
tiene sed de Dios, del Dios vivo (Salmo 42:2). El alma del creyente tiene una intensa
necesidad (sed) de relacionarse con Dios. Esta necesidad es consecuencia de que fuimos creados con una naturaleza
espiritual que sólo se satisface a través de la comunión íntima con nuestro
Creador. Parafraseando a Agustín
diríamos que Dios dejó en nosotros un vacío que sólo El mismo puede satisfacer
por esto el corazón del hombre no descansará hasta reposar en Dios. La oración le permite al creyente cultivar
esta necesaria relación con su Dios y Creador.
2. IMPORTANCIA DE LA ORACIÓN
2.1. Fortalece en medio de las pruebas.
Una de las principales razones por las cuales un creyente busca el
rostro del Señor es para fortalecer su vida espiritual. Jesús enseñó que el espíritu lucha
constantemente contra la carne y por ello es necesario mantener una actitud
constante de vigilancia y oración.[2] Jesús mismo dio ejemplo de la necesidad de
mantener esta actitud constante de vigilancia y oración (Marcos 6:46; Lucas 5:15-16; 6:12; 9:18; 22:41; Juan
11:41). El apóstol Santiago exhorta a
orar en medio de la aflicción y Dios ha prometido estar con nosotros en medio
de la angustia y respondernos cuando clamemos a Él (Salmo 91:15). Por esta razón debemos concluir que la
oración es la primera alternativa que debe usar un creyente en medio de
cualquier tipo de aflicción para buscar fortaleza espiritual.
2.2. Nos permite conocer la voluntad de Dios. Otro elemento importante que nos permite
valorar la oración es que a través de ella conocemos la voluntad de Dios para
nuestras vidas. Debe ser un anhelo para
cada creyente hacer la voluntad del Señor (Salmo 40:8) y por medio de la
oración podemos percibir la respuesta de Dios en cada decisión que debemos
tomar. Pablo reconocía la necesidad de
que los creyentes fuesen llenos de la voluntad de Dios (Colosenses 1:9; Efesios
1:16-17) y por ello oraba fervientemente de tal manera que este deseo se
convirtiera en realidad. Andar en la
voluntad de Dios es consecuencia de una vida de santidad y devoción (Romanos
12:1-2), lo cual debe ser un reto para cada uno de nosotros.
2.3. Recibir respuestas en nuestras necesidades. Todos quisiéramos recibir respuestas a
nuestras necesidades pero no todos cultivamos una vida de oración continua como
lo demanda el Señor. Es necesario que
entendamos la relación de una cosa con la otra. Cristo enseñó que era suficiente con que dos de nosotros nos pusiéramos
de acuerdo sobre cualquier cosa y la pidiéramos para que nos sea concedida por
el Padre celestial. Esta promesa es de
vital importancia en la vida del creyente porque prácticamente define cuál es
la manera de recibir de parte de Dios lo que necesitamos: la oración. El escritor A. Tennyson dijo en una ocasión: La
oración alcanza más cosas de las que el mundo puede imaginar. Esta afirmación es correcta en todos los
sentidos. El apóstol Pablo lo afirmó de
otra manera cuando reconoció que la obra de Dios traspasa lo que nosotros
podamos imagina o entender (Efesios 3:20).
Debemos, sin embargo, admitir que nos cuesta mucho cultivar la
disciplina de la oración y en ocasiones hasta le reclamamos a Dios porque no
nos responde pero no advertimos que la vida de oración es la que produce la
respuesta de Dios a nuestras necesidades.
3. ASPECTOS IMPORTANTES DE LA ORACIÓN
(Mateo 6:5-15).
3.1. La oración debe ser sincera (vv.5-8). Una de las enseñanzas centrales acerca de la
oración se encuentra en Mateo 6:5-15, llamado tradicionalmente el Padrenuestro.[3] Esta enseñanza de Cristo nos orienta en torno
a varias consideraciones que son necesarias tomar en cuenta para mejorar
nuestra vida de oración.
Lo primero que resalta de este pasaje es que la oración debe ser
completamente sincera. En ese sentido se
pueden considerar los siguientes aspectos:
3.1.1 Debe evitarse el
exhibicionismo (vv.7-8). A algunos
judíos les gustaba orar para llamar
la atención de los demás. Les gustaba
aparecer como personas sumamente piadosas.
Cristo les llama hipócritas
por su falsedad. La recompensa de estos
hombres es la alabanza del hombre:
"Mira, qué piadoso", "este hombre si es espiritual"
serían algunos comentarios que tal tipo de religioso deseaba oír. Con esto ya estaban satisfechos, no les
importaba si Dios había oído o no sus oraciones (v.5). Al contrario, la preocupación del orador
sincero es la de ser oído por su Padre celestial, no importa si nadie más lo
oye, por eso es mejor hacerlo en secreto para ser posteriormente recompensado
(v.6).
3.1.2 Debe evitarse al
retoricismo (vv.7-8). Otro aspecto
importante que debe evitarse es el
retoricismo, que significa, el lenguaje extremadamente adornado con la intención
de llamar la atención de Dios, como si Dios nos respondiese por nuestras
hermosas e impresionantes palabras (v.7).
Al contrario, Dios ya sabe de qué cosas tenemos necesidad aun antes de
pedirlas. Por eso lo que le mueve a
misericordia no es nuestro refinado vocabulario o extensas introducciones
("Oh amantísimo y reverendísimo, tres veces santo y omnipotente buen
Dios..."), sino la correcta actitud de nuestro corazón.
3.2. La oración debe dirigirse al Padre (v.9). Otro aspecto importante que hemos de
reconocer en la oración es el hecho de que debe dirigirse al Padre
celestial. La trinidad está claramente
distinguida en la oración. Oramos al
Padre en el nombre de Cristo y con la asistencia del Espíritu Santo. Cada una de las personas de la trinidad tiene
su lugar en la oración. En este caso la
persona del Padre es a quien dirigimos la oración.
3.2.1 Se reconoce su deidad (v.9a). Al decir "Padre Nuestro que estás en los
cielos", Cristo quiere enseñarnos que es muy importante reconocer la deidad
del Ser a quien estamos dirigiendo nuestra oración. ÉL mora en los cielos (que es sinónimo aquí
de su santidad y soberanía, Sal.11:4) y
es Padre de todos aquellos que han confesado a Jesús como Salvador (Juan.1:12).
3.2.2. Se le rinde adoración (v.9b). La expresión "santificado sea tu
nombre" indica un acto de adoración.[4] Esta expresión también nos recuerda que una
de las primeras cosas que debemos hacer cuando oramos es expresar nuestra
adoración a Dios. Iniciar inmediatamente
nuestras oraciones con una larga lista de peticiones significa pasar por alto
la dignidad de aquel ante quien estamos:
Rey de reyes y Señor de señores.
3.3. En ella expresamos nuestras profundas necesidades.
3.3.1 Obedecer a Dios con fidelidad
(v.10). En este pasaje se enseña que una
de las cosas que debemos anhelar en nuestra oración es obedecer a Dios con
fidelidad. Al invocar el reino de Dios y
su cumplimiento aquí en la tierra así como en el cielo se está expresando el
deseo de sujetar nuestras vidas a los designios divinos.[5]
3.3.2 Depender de Dios
(v.11). Debemos reconocer que dependemos
de Dios para satisfacer nuestras necesidades materiales. Cristo ya había advertido en este mismo
pasaje que el Padre celestial sabe qué cosas necesitamos aun antes de que
nosotros se lo pidamos (v.8). Sin
embargo, al expresar a Dios nuestra necesidad evidenciamos que sólo dependemos
de Él para nuestra subsistencia. Esta
profunda dependencia en el Dios-Proveedor quedó establecida en Mateo 6:25-34
con la expresión: Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas
cosas serán añadidas. Cuando el
creyente pide el pan de "cada día" acepta que no se va a afanar por
el pan de mañana, es decir, acepta la provisión de Dios para HOY. Del pan futuro Dios se encargará también
entonces no debemos afanarnos por esto.
3.3.3 Relación correcta con el
prójimo (v.12). Una de las
expresiones más profundas que se haya en el Padrenuestro es la que se encuentra
en este versículo. La petición aquí es
que el perdón de Dios sea derramado en nuestros corazones en la misma medida en
que nosotros lo derramamos por nuestros prójimos que nos han ofendido. Es una petición de doble filo que nos
recuerda la sentencia de Cristo en Mateo 7:12 Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con
vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los
profetas. La enseñanza de este
versículo se amplía al final de la oración en los versículos 14-15, los cuales
serán comentados al final.
3.3.4 Protección divina (v.13). La parte final del Padrenuestro es una
petición invocando la protección divina.
Pero más que una fórmula religiosa es un anhelo de contar con la
presencia divina en el momento de la prueba.
Una buena traducción de este texto es:
Y no nos dejes ceder en las
pruebas, sino líbranos del Malo. La idea de esta petición no es que Dios es
responsable por nuestras pruebas como parece indicarlo la traducción de
Reina-Valera ("No nos metas en tentación"). La expresión "no nos metas" equivale
a decir "cuídanos en el momento de".
Por lo tanto esta frase expresa el deseo del creyente de que Dios le
proteja en medio de las múltiple pruebas o tentaciones por las que debe
pasar. Llama la atención que la última
frase "mas líbranos del mal" se traduce mejor "líbranos del
maligno", es decir, Satanás. Este
último ruego reconoce que el Diablo es el agente del mal que permanentemente
está atacando a los hijos de Dios para hacerles caer (vea 1Pedro 5:8). Sin embargo, todo creyente debe recordar las
palabras del apóstol Juan: ...mayor es el que está en vosotros que el
que está en el mundo (1oJuan 4:4).
3.4. Debe ser respaldada con una vida íntegra (vv.14-15). Los últimos dos versos de este párrafo
apuntan hacia una vida piadosa integral que no se aísla de la responsabilidad
con el prójimo y se dedica a contemplar el cielo para concentrarse sólo en
Dios, sino que ora pero al mismo tiempo mantiene una correcta relación con los
demás. Era muy común ver judíos muy
religiosos que cumplían en forma matemática el horario de oración pero al mismo
tiempo no mostraban ningún respeto o consideración con su prójimo. Cristo advierte que aquel que ora debe
recordar que tal oración debe estar respaldada por una vida íntegramente
cristiana, de otra manera tal oración sería estorbada por la misma vida carnal
del orador (vea 1o Pedro.3:7).
El perdón es la mayor muestra de amor y consideración para con el
prójimo (este fue el ejemplo que nos da el Padre celestial cuando nos perdonó
en la persona de Cristo). Si un creyente
no está dispuesto a mostrar este mismo perdón para con alguien que le ofende,
está evidenciando que tampoco ha experimentado profundamente el perdón divino
en su propia vida (1Juan 4:8). Por esto
no debe pretender que Dios le trate con la misericordia que él no ha mostrado.
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[2]En este
pasaje el término espíritu se refiere
al interior del hombre, la parte que le permite comunicarse con Dios. El término
carne se refiere a las pasiones naturales del hombre que han sido contaminadas
por el pecado y ahora le incitan a violar la ley de Dios. La lucha de la cual habla Cristo es entre
satisfacer nuestras pasiones pecaminosas (tentación) u obedecer los
mandamientos de Dios. Esta lucha sólo
puede ser resuelta victoriosamente a través de una vida de oración.
[3]Los
católico-romanos han convertido este modelo de oración en un rezo que los
feligreses deben repetir en ciertas ocasiones.
La evidencia más contundente de que la intención de Jesús no era que los
discípulos memorizaran o repitieran esta oración como un rezo es que no vuelve
a aparecer en ninguna parte del Nuevo Testamento ni de la historia posterior de
la iglesia primitiva de donde puede concluirse que ni los discípulos ni la
iglesia entendieron esta oración como un rezo que debían repetir.
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